Capítulo 2: El síndrome de la impostora(y cómo hacer las paces con él)

Hola, hola ✨
Soy Daniela Ugazzi

Creo que todas tenemos algunas voces internas que se basan en miedos o inseguridades. Voces que no son fuertes pero que aparecen y te hacen dudar de ti. Esa voz tiene nombre: el síndrome de la impostora.
Y, aunque a veces parezca tu enemiga, en realidad es solo una parte de ti que teme brillar demasiado.

Mi síndrome de la impostora tiene nombre y apellido

El mío se llama “el qué dirán”. Tiene una voz clara, irónica y bien conocida y dice cosas como:

¿Y ahora que van a pensar?”
“¿Y si me critican por “creerme” la influencer, cuando lo que quiero es escalar mi negocio de manera global?” “Van a pensar que me creo demasiado.” “La gente va a pensar que cambié.”

Y sí, cambié. Ya no soy aquella “Daniela del Municipio de Quito” que lo dejó hace 6 años. Ya no son aquella “Daniela de Líderes” que lo dejó hace 1 año. Aprendí, maduré, me reeinventé, me formé y me expandí. Y especialmente, me decidí a dejar de esconder lo que tienes para ofrecer. Pero les confieso, me costó.

Si bien la gente que me conoce o me sigue me ve una persona segura y comunicativa, siento a veces vergüenza de querer ser visible. Vergüenza de mostrar mi historia. Vergüenza de hablar de mis servicios.

Hasta que entendí que esa vergüenza no era más que una capa del síndrome de la impostora. Sin embargo, aprendí que lo que me da vergüenza mostrar es justo lo que el mundo necesita ver.

Y luego llegó la otra parte: mi relación con el dinero

En 2024 empecé un proceso profundo de sanación con el dinero. Me di cuenta de que no solo me daba miedo “mostrarme”, sino también ganar bien. Había una culpa silenciosa ahí, una creencia heredada de que “querer ganar mucho dinero te hace ambiciosa en el mal sentido.”

Y sin embargo, algo dentro de mí sabía que el dinero en mis manos puede multiplicar impacto. Porque cuanto más sólida soy yo, más puedo ayudar a otras. Cuanto más estabilidad construyo, más libertad tengo para crear, donar, compartir, sostener.

Sanar esa relación ha sido una revolución interna. He aprendido que no hay nada egoísta en desear prosperar. Que la ambición puede ser consciente, ética, luminosa. El dinero no cambia quién eres, amplifica lo que ya eres. Si tu propósito es genuino, tu prosperidad será también un acto de servicio.

Hacer las paces con ella, si ella.. la impostora

El síndrome aparece cuando estás creciendo. Si te sientes incómoda, probablemente estás expandiéndote. La incomodidad no es señal de error, sino de evolución. No creo que el síndrome de la impostora desaparezca por completo, no se vence: se gestiona, se observa y se convierte en acción con propósito.

De la idea a la acción, hecho con propósito desde Madrid ✨
© Daniela Ugazzi |
Madrid, 15 de octubre 2025

Previous
Previous

Capítulo 3: Mis tres versiones (y así, las tres mujeres ALZA)

Next
Next

Capítulo 1: El poder de empezar (aunque no te sientas lista)