Capítulo 1: El poder de empezar (aunque no te sientas lista)
Hola, hola ✨
Soy Daniela Ugazzi
Durante gran parte de mi trayectoria profesional, tuve la oportunidad de ser una intraemprendedora dentro de distintas organizaciones. Y lo digo así porque, aunque no llevaba mi propio negocio, muchas veces trabajé como si lo fuera. Desde uno de mis primeros empleos —cuando literalmente participé en crear una empresa desde cero: contratar a quien hiciera el logo, buscar oficinas, decorarlas, diseñar procesos, definir servicios— hasta mi paso por el Municipio de Quito, donde nuestra entidad no tenía presupuesto para ejecutar proyectos, siempre me tocó crear algo y sacarlo con mi frase favorita “sin presupuesto”.
Con el tiempo, me di cuenta de que esa capacidad de crear desde el vacío era un patrón en mi vida profesional. Era como si el destino me empujara una y otra vez a empezar cosas que no existían todavía.
Aprender a crear en medio del caos
Más adelante, en plena pandemia, me seleccionan para liderar una ONG, el principio de vivir otro tipo de desafío: algunas de las empresas privadas financiadoras de los programas estaban centradas en sobrevivir, y el apoyo que recibía la fundación comenzó a disminuir. Entré yo, y con la guía y la asesoría de grandes mentores, reinventamos la manera de sostener proyectos, buscamos nuevas alianzas, hicimos más con menos.
Si miro atrás, me doy cuenta de algo importante:
siempre tuve el privilegio de construir sobre un lienzo en blanco, pero dentro de una estructura que me sostenía. Esa estructura —ya sea una empresa pública o privada— me daba algo muy valioso que al emprendedor naciente nos cuesta un tiempo lograr tener:
Un sueldo cada mes.
Un equipo que llevaba la contabilidad.
Alguien que hacía comunicación, diseñaba la web, gestionaba SEO o implementaba estrategias.
Y eso, aunque a veces no lo veamos, es oro puro.
Porque mientras tú creas, hay alguien más que sostiene el resto.
El salto sin estabilidad
Cuando decidí emprender por mi cuenta, todo cambió, esa estructura desapareció. Ya no había departamento contable, ni área de comunicación, ni diseñador a quien pasarle un briefing. (Estoy segura que les ha pasado a las que ya han emprendido dejando un empleo estable, o les da terror a las que aún no se lanzan).
Y ahí, justo ahí, aparece la parálisis.
Esa voz interna que dice:
“No puedo empezar hasta que tenga dinero para contratar a alguien que me haga la web, el logo o el plan de marketing.”
Esa frase —tan común entre mujeres que asesoro— también fue mía. La escuché en mi cabeza más de una vez. Porque después de años de trabajar con procesos bien definidos, pasar a hacerlo todo sola puede parecer abrumador.
De pronto, te das cuenta de que tienes que ser directora, diseñadora, community manager, contable y copywriter, todo a la vez. Y claro, el miedo entra en escena. No porque no sepas hacerlo, sino porque te da vértigo hacerlo imperfecto. Y es ahí donde muchas ideas se quedan guardadas en una libreta, esperando “el momento adecuado” que nunca llega.
La verdad incómoda
La verdad —la que nadie nos dice con suficiente claridad— es que ese momento perfecto no existe.
No hay día en el calendario que venga con un cartel que diga:
“Hoy sí estás lista.”
El único camino posible es hacerlo igual, aunque no tengas todos los recursos.
Formarte (pero no quieras ser experta en todo), mira tutoriales productivos, aprende lo básico de herramientas digitales y no dejes de explorar lo que la inteligencia artificial puede hacer por ti. Y sobre todo, dar el primer paso sin garantías.
No se verá perfecto. No se sentirá cómodo.
Pero será real.
Y lo real siempre vale más que lo perfecto.
Hoy miro atrás y entiendo que el poder de empezar no está en tener todos los recursos, sino en tener la decisión.
La decisión de apostar por ti, incluso cuando todavía no tienes todo resuelto.
La decisión de hacer imperfecto pero avanzar.
Porque solo cuando das ese primer paso, el camino empieza a revelarse.
De la idea a la acción, hecho con propósito desde Madrid ✨
© Daniela Ugazzi | Madrid, 15 de septiembre 2025
